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En el universo de las cocinas industriales, donde el fuego es el compañero inseparable y también la mayor amenaza, contar con un sistema de extinción automática no es un lujo ni un mero requisito legal. Es la garantía irrenunciable de seguridad para trabajadores, clientes y patrimonio. La pregunta clave que todo gestor o responsable debe hacerse es: ¿cada cuánto hay que revisar estos sistemas? Vamos a desglosar con precisión, sin rodeos ni tecnicismos inútiles, cómo mantener en perfecto estado el mecanismo que puede evitar un desastre.
Antes de avanzar, es fundamental entender la importancia de mantener el sistema de extinción automática en cocinas al día. No hablamos solo de cumplir con la ley, sino de proteger vidas y evitar pérdidas irreparables. Hoy más que nunca, en cualquier ciudad, las cocinas industriales requieren un mantenimiento riguroso y profesional.
El estándar oro para la inspección de sistemas de extinción automática en cocinas industriales es la revisión anual. No una, ni dos veces cada cinco años, sino cada año, sin excusas ni retrasos. Esta inspección debe realizarla una empresa homologada, con técnicos especializados, capaces de examinar al detalle cada componente.
La revisión incluye:
Solo así se puede confiar en que, ante el primer indicio de fuego, el sistema responderá sin titubeos y controlará la emergencia antes de que se convierta en tragedia.
Este cuidado anual debe ser una máxima en cualquier cocina profesional y forma parte integral del sistema de extinción cocinas segura y eficiente.
Más allá de la revisión anual, la ley establece un protocolo indispensable: el retimbrado. Este proceso consiste en someter a presión máxima los depósitos de los extintores para verificar que resisten sin deformarse ni presentar fisuras. Se realiza cada cinco años y es obligatorio según el Reglamento de Aparatos a Presión.
El retimbrado no es un trámite administrativo, es la prueba de fuego que certifica la integridad física del sistema. Su incumplimiento no solo pone en riesgo la seguridad, sino que puede acarrear sanciones económicas severas, el cierre inmediato del establecimiento y responsabilidades legales graves en caso de incendio.
Un error común es pensar que una vez instalado, el sistema de extinción automática es para siempre. Nada más lejos de la realidad. Las cocinas industriales evolucionan: se cambia la campana extractora, se añade un nuevo fogón, se reordena la distribución o se renueva el mobiliario.
Cualquier modificación afecta a la cobertura y eficacia del sistema. Por ello, tras cada cambio estructural o funcional, es obligatorio realizar una revisión que garantice que el sistema sigue protegiendo todos los puntos críticos donde se pueda originar un incendio.
Las cocinas de hospitales, residencias y otros centros públicos están sometidas a normativas aún más estrictas. En estos espacios, el riesgo debe minimizarse al máximo por razones obvias: la vulnerabilidad de los usuarios y el impacto que un incendio podría tener.
Incluso cuando la potencia de la instalación sea inferior a otros entornos, la obligación de contar con sistemas de extinción automática y revisiones periódicas es rigurosa y no admite excepciones. La seguridad aquí no es solo una prioridad, es un mandato legal que se actualiza con frecuencia y debe cumplirse a rajatabla.
Ni el personal de limpieza, ni el encargado general del local, ni “el cuñado que sabe un poco” pueden hacerse cargo de estas inspecciones. La revisión de sistemas de extinción automática requiere conocimientos técnicos, experiencia y certificaciones específicas.
Solo las empresas homologadas tienen la capacidad técnica para garantizar que la revisión se ejecuta con rigor, que se identifican y corrigen posibles fallos, y que se entregan informes oficiales, esenciales para cumplir con la normativa y para cualquier trámite con aseguradoras o autoridades.
Resumimos: la revisión anual, el retimbrado quinquenal y las inspecciones tras cualquier cambio son pasos indispensables para mantener el sistema de extinción automática en condiciones óptimas. Pero la finalidad última no es esquivar sanciones o evitar la clausura del negocio. Es salvar vidas, proteger bienes y garantizar la continuidad de la actividad.
En un entorno tan exigente y vulnerable como el de las cocinas industriales, el mantenimiento y revisión de los sistemas contra incendios es una inversión de seguridad que no admite dudas ni descuidos.
Si gestionas o trabajas en una cocina profesional, entiende que esta responsabilidad es tan grande como la del mejor chef al frente de sus fogones. Un sistema que falla puede convertir un día de trabajo en una catástrofe.
¿Cada cuánto hay que revisar un sistema de extinción automática en cocinas industriales? La respuesta es clara y contundente:
Todo ello realizado por empresas homologadas, expertas en sistemas de extinción automática y conocedoras de la normativa vigente.
No hay espacio para la improvisación ni la negligencia. La seguridad en cocinas industriales es la base para que el fuego sea solo el ingrediente que da vida a un plato, no la amenaza que arrasa un negocio.
El verdadero peligro está en casa y tiene nombre: batería de litio.
Hay un nuevo huésped en muchos hogares. Silencioso, cotidiano, aparentemente inofensivo… y sin embargo, potencialmente devastador. Se esconde bajo sillones, reposa en estanterías, se carga en cualquier enchufe sin que nadie le preste atención. Nos referimos a los patinetes eléctricos y a toda esa familia de dispositivos que dependen de baterías de litio para funcionar. Una tecnología revolucionaria, sí, pero que guarda un reverso tenebroso: el riesgo latente de explosión e incendio.
Esas imágenes que ruedan por redes sociales no son montaje, ni exageración. Son escenas reales, grabadas por cámaras de seguridad domésticas, donde un patinete, sin previo aviso, revienta en llamas como una bengala desatada, propagando el fuego a su alrededor con una rapidez espeluznante.
Y aquí es donde empezamos a hablar de responsabilidad. No solo de los fabricantes —que ya deberían tener más que asimiladas las exigencias de seguridad—, sino de nosotros, los consumidores. Porque si uno no se detiene a considerar qué extintor comprar, está dejando una puerta abierta al desastre.
Las baterías de ion-litio, omnipresentes en móviles, portátiles, bicicletas y patinetes eléctricos, tienen una capacidad energética extraordinaria. Y ahí está el quid: mucha energía concentrada en poco espacio implica que, ante el más mínimo defecto de fabricación, sobrecarga, golpe o mal uso, el sistema colapse. El resultado: calor extremo, liberación de gases tóxicos y, en no pocos casos, fuego.
Estas situaciones no solo ocurren con productos “low cost” o de marcas dudosas. No. También suceden con modelos de alta gama. El problema no es exclusivo de un segmento. El peligro está en la falta de control y prevención, tanto en el uso como en la respuesta ante una emergencia.
¿Y si el fuego empieza y estamos en casa? ¿Qué se hace mientras llegan los bomberos? ¿Cómo se frena el desastre antes de que se convierta en tragedia? La respuesta no es un cubo de agua. Ni una toalla mojada. La respuesta, en realidad, tiene nombre y apellidos: extintor baterias litio.
Estos dispositivos están diseñados específicamente para combatir las llamas generadas por reacciones químicas en baterías de litio. No todos los extintores valen. Un extintor convencional puede incluso empeorar la situación. Aquí es donde entra en juego la capacidad de respuesta inteligente y adaptada a los nuevos tiempos.
Cuando una batería entra en estado de fuga térmica, se libera una combinación de gases inflamables —como etileno, metano, propano y otros compuestos volátiles— que reaccionan violentamente con el oxígeno del aire. El incendio resultante es intenso, rápido y sumamente difícil de controlar.
El humo, además, no es solo molesto. Es altamente tóxico, con presencia de fluoruro de hidrógeno y otros compuestos que pueden causar quemaduras químicas e incluso intoxicaciones graves al inhalarse. En cuestión de segundos, un salón se convierte en una trampa mortal.
Por eso, tener claro qué tipo de extintor comprar y asegurarse de que sea específico para baterías de litio ya no es una opción, es una medida de supervivencia.
que es un extintor abc, aquí es donde muchos se confunden. El extintor ABC, ese que se ve en oficinas, escuelas y casas, es muy útil para fuegos de materiales sólidos, líquidos inflamables y gases combustibles. Pero frente a una batería de litio desatada, se queda corto.
Y no, no sirve cualquier polvo químico. De hecho, algunos pueden reaccionar mal con las sustancias liberadas en estos incendios, generando una mezcla aún más peligrosa. Por eso, insistimos: un extintor especial para baterías de litio no es un lujo, es una necesidad.
Más allá de tener a mano el equipo adecuado, hay hábitos que debemos incorporar:
No cargar los patinetes o bicis durante la noche.
No dejarlos enchufados más tiempo del necesario.
Evitar cargadores no originales o de baja calidad.
No exponer los dispositivos a golpes o temperaturas extremas.
Mantener las zonas de carga alejadas de materiales inflamables.
Parece obvio, pero no lo es tanto cuando uno revisa las causas más comunes de incendios en viviendas durante los últimos años.
Mientras el número de dispositivos que funcionan con baterías de litio se dispara, la legislación apenas reacciona. En muchos países ni siquiera es obligatorio que las viviendas cuenten con medidas activas contra incendios, como detectores de humo o extintores adecuados.
Es más, ni los seguros del hogar han terminado de actualizar sus condiciones para cubrir adecuadamente los siniestros provocados por estas baterías. El resultado: usuarios desprotegidos ante un riesgo real y creciente.
Los hogares actuales están llenos de energía, literalmente. Pero también de potenciales focos de emergencia si no se toman las medidas necesarias. Lo que ayer era una novedad tecnológica, hoy es parte del mobiliario. Pero no podemos tratar a estas máquinas como si fuesen inofensivas.
La pregunta no es si ocurrirá un accidente, sino si estamos preparados para actuar cuando ocurra. Y ahí está la diferencia entre la tranquilidad y la tragedia. No se trata de alarmar, sino de asumir con madurez el riesgo que supone convivir con esta tecnología.